(Ver aquí el grabado aguafuerte Suite 347, plancha 55)
Desde 1899 hasta 1972, Pablo Ruiz Picasso se dedicó de manera constante al grabado, creando cerca de 2.200 impresiones que sirven casi como un diario personal de su vida. Estas obras, perfectamente fechadas, ofrecen una visión detallada de su evolución artística. Su habilidad en el dibujo le permitió alcanzar logros expresivos en el grabado, comparables a sus otras reconocidas obras artísticas. En un proceso creativo profundo, se realizaron grabados de Picasso, tanto individualmente como en series., reflejando sus temas favoritos. Dada su insaciable curiosidad y maestría en todas las técnicas de grabado, Picasso es considerado uno de los grabadores más destacados de la historia.
En sus inicios en el arte de la estampación gráfica, el joven artista quedó cautivado por técnicas como el aguafuerte y la punta seca, pasando mucho tiempo observando las planchas de cobre grabadas en los talleres parisinos de expertos del ámbito, como Eugène Delâtre, Louis Fort y, en particular, Roger Lacourière, quien más tarde le introducirá a nuevas técnicas de impresión. Con el tiempo, Picasso tendría su propia imprenta, lo que le facilitó sumergirse de lleno en el arte del grabado, donde pudo experimentar, aprender e innovar. Destacamos en su carrera cuatro grandes series de grabados que describimos a continuación:
Aguafuerte, Suite de los saltimbanquis, año 1905
En la evolución de la obra grabada del artista destacamos la que fue la primera serie, creada entre 1904 y 1906, conocida como “La suite de los Saltimbanquis”, que consta de 15 grabados editados por Vollard en 1913, en la serie los personajes evolucionan cronológicamente transitando en el final de la época azul e iniciándose en la época rosa. Las planchas empleadas, fueron de zinc y otras cobre y se grabaron con procesos de aguafuerte y punta seca, tipos de estampación que en adelante el artista utilizará frecuentemente en muchos otros grabados.
La suite Vollard
En la década de 1920, la litografía de Picasso vivió sus inicios y, a partir de 1930, se enfocó en la destacada serie «Suite Vollard», que representa el pináculo de los asombrosos diseños que el artista había estado desarrollando desde hacía tiempo. Desde 1930 hasta 1936, creó una serie de 97 grabados en cobre, que vendió en 1937 a Ambroise Vollard, junto con tres retratos de este. A cambio, Picasso recibió algunas obras que deseaba para su colección privada. Originalmente, tenía la intención de hacer más retratos de Vollard, pero esto no fue posible debido a la edad avanzada del marchante, quien ya tenía más de setenta años. Esta serie de 100 grabados se conocería más adelante como «Suite Vollard».
Aguafuerte, Suite Vollard, año 1933
La Suite Vollard refleja temas que Picasso también exploró en sus pinturas y esculturas durante esa época, siendo uno de los periodos más apasionantes de su trayectoria. Cuatro temas centrales emergen de esta suite: El taller del escultor, El minotauro, Rembrandt y La batalla del amo. Existen dos ciclos principales: uno centrado en el escultor en su estudio, que se relaciona con su ferviente trabajo en escultura en Boisgeloup a principios de los años 30 y con los grabados de «Chef d’oeuvre inconnu», una obra que tuvo un impacto significativo en Picasso. El segundo tema predominante se enfoca en el mito del Minotauro y las metáforas relacionadas con la tauromaquia. En estos trabajos, Picasso innova usando técnicas como el buril, punta seca, aguafuerte y aguatinta al azúcar de manera sorprendente.
La Evolución de Picasso: De la Litografía al Linóleo
Las planchas que Picasso creó durante el período de guerra fueron mayormente empleadas en la elaboración de libros.
En 1945, Fernand Mourlot experimentó una repentina explosión de creatividad en litografía, como intentando recuperar el tiempo pasado. La habilidad en constante mejora de Picasso y su naturaleza inventiva les abrieron puertas a innovaciones en el ámbito de la litografía, logrando resultados asombrosos. En ese tiempo, utilizó la técnica de aguatinta para planchas de gran tamaño publicadas por la Galerie Louise Leiris, así como para las litografías y todas las obras que siguieron.
Tras mudarse al sur, Picasso enfrentó retos materiales en su labor litográfica. Sin embargo, gracias a su relación con el impresor Arnéra de Vallauris, se sintió inspirado a realizar grabados en linóleo, predominantemente en color, entre 1959 y 1963. Jacques Frélaut reafirmó la tradición de colaborar con Picasso; viajó a Cannes, preparó las planchas para la técnica al ácido e hizo pruebas de impresión junto al artista usando aguafuertes y aguatintas en la prensa ubicada en el sótano de la Villa Californie. La mayoría de estas impresiones también se incorporaron en libros. En 1963, Piero y Aldo Crommelynck trajeron una prensa de brazos desde París a Mougins, donde Picasso se asentó de forma permanente. A partir de ese momento, técnicas como el buril, el aguafuerte, la punta seca y la aguatinta se emplearon para plasmar en blanco y negro, así como en color, la incesante inspiración y el torrente de ideas espontáneas de Picasso.
Al seguir la evolución de la obra según sus fechas, realmente llegamos a conocer a Picasso.
Estos distintos períodos y rutas que empleamos como referencias son, en realidad, etapas consecutivas de una continuidad que define el fenómeno que es Picasso, manifestándose en cada paso. Picasso es simultáneamente singular y diverso. Su amigo Daniel-Henry Kahnweiler parecía aludir a esto al afirmar que el artista vive constantemente en el presente, en cada instante, absorbiendo toda la riqueza del mundo.
La rapidez y destreza de Picasso en la estampación gráfica quedan evidenciadas en las 11 láminas de la Suite Vollard que creó en tan solo cuatro días en enero de 1934, así como en las 26 aguatintas para la Tauromaquia que hizo en unas pocas horas en 1957.
Picasso no solo experimentaba y se enfrentaba a los desafíos del oficio, sino que también los superaba, logrando resultados que muchos considerarían imposibles. En cada técnica que abordaba, triunfaba. Para él, ser grabador, litógrafo o incluso trabajar sobre linóleo significaba ser un verdadero artesano, sumergiéndose profundamente en los secretos de la profesión con la dedicación y pasión propias de un auténtico creador. Era un maestro en el uso de cualquier herramienta de grabado, sacando los matices más delicados de cada material.
No sorprende que el artista se inclinara por una constante experimentación, requiriendo en ocasiones hasta treinta etapas antes de que la obra maestra ideal surja de las manos del grabador bajo la justificación del “Bon à tirer”, y que en ocasiones aún se mostrara reticente a dar el permiso de imprimir. Es a través del estudio de estas versiones, desconocidas para la mayoría y aún no publicadas, que podemos entender el método de trabajo de Picasso, su incesante exploración de nuevas formas de expresión y la meticulosidad detrás de su proceso.
Las últimas etapas de Picasso: La Suite 347 y La Suite 156
Aguafuerte, Suite 347, año 1968
En sus últimos años, Picasso creó dos destacadas series de grabados: La Suite 347 alrededor de 1968 y La Suite 156 en 1971.
En 1968, a sus ochenta y seis años, Picasso inició un período de intensa actividad en el grabado, específicamente del 16 de marzo al 5 de octubre. En estos 204 días de trabajo, produjo 347 piezas, llegando a grabar hasta siete láminas de cobre en un solo día.
La Suite 347 retoma temas que Picasso había explorado previamente, incluyendo referencias al escritor francés Honoré de Balzac, los pintores Rembrandt y el Greco, así como a su propia familia: padres, cónyuges y amantes, quienes frecuentemente se representan como artistas o en escenas circenses. Con una mezcla de ironía y humor, Picasso refleja en estas obras un recorrido por su vida, representándose a menudo como un observador en estas imágenes llenas de fantasía e imaginación.
La Suite 347 cuenta con cincuenta ejemplares y diecisiete pruebas de artista. Adicionalmente, se hicieron cinco pruebas sobre papel “Rives” antes de fortalecer los cobres. La Fundación Bancaja posee una de estas pruebas de artista, firmada a lápiz por Picasso.
En la Suite 347 se refleja la vasta imaginería del Picasso en su vejez: desde los grandes maestros y el universo taurino y flamenco, hasta la mitología grecorromana y el paisaje mediterráneo. Unas sesenta y seis imágenes se centran en «La Celestina», una novela española de la cual Picasso tenía dos ejemplares antiguos. Además de las menciones a las figuras clásicas y los recuerdos personales de Picasso, hay referencias a la vida diaria, tales como aspectos de su infancia, incluyendo historias sobre romanos y «Las mil y una noches». Personajes históricos, como el general De Gaulle, también hacen acto de presencia. Además, la suite contiene alusiones a artistas de renombre como Rembrandt, Rafael, Ingres, Manet, Monet y el cuadro «El entierro del conde de Orgaz» de El Greco.
Por otro lado, la «Suite 156» se erige como uno de los últimos cuadernos de bocetos de Picasso, donde graba directamente sus sentimientos y experiencias. Las obras revelan la intensidad de la imaginación de Picasso en sus últimos años, entrelazando fantasías con su singular memoria de la historia del arte. Un tema recurrente en su vida y obra es la sexualidad, representada a menudo a través de la perspectiva del observador. También se centra en el cuerpo femenino en movimiento, un interés que Picasso compartió con Degas, a quien consideraba un observador curioso del desnudo natural. De ahí que, dentro de la Suite 156, Picasso creara más de sesenta grabados que retratan a mujeres desnudas en un burdel, con Degas como testigo, dicha figura hace su primera aparición en esta serie el 11 de marzo de 1971 y la última el 14 de junio del mismo año.
Aguafuerte y punta seca, Suite 156, año 1971
Los grabados de la Suite 156, realizados por Picasso en planchas de cobre entre enero de 1970 y marzo de 1972, son un testamento del talento del artista incluso a la avanzada edad de casi 90 años. Esta colección revela las alusiones de Picasso, reflejando influencias de grandes maestros como Rembrandt, Degas, Goya, Murillo y Delacroix. Temas recurrentes en la obra de Picasso, como las figuras femeninas y la inspiración de carácter erótico, resaltan prominentemente. Además, la suite evidencia la experimentación técnica que caracterizaba al pintor: desde el uso básico del ácido hasta sofisticadas aguatintas con resinas o azúcar, y la técnica de la manera negra. La variedad no solo se observa en las técnicas, sino también en los diversos tamaños de las piezas de esta serie. La edición consta de 50 ejemplares numerados más 15 pruebas de artista marcadas en números romanos y tres pruebas de impresor.
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