El siguiente texto hace referencia a los inicios de Joan Miró como grabador, incidiendo en las etapas de ilustración hasta la década de 1960, estos años fueron clave para el desarrollo de los futuros grabados y litografías de Miró explican el porqué de la importancia de la obra grabada en su carrera artística.
Miró creció en una familia de artesanos; su padre fue joyero y su abuelo herrero. Esto le proporcionó al artista un buen sentido del trabajo artesanal y un entendimiento de los materiales y herramientas que usó. Este hecho le permitiría ir más allá de las técnicas y tradiciones comunes en la estampación gráfica.
En lugar de usar los materiales de manera tradicional, Miró los utilizaba de una forma única. No los forzaba a realizar su función de una forma directa, sino que esperaba que reaccionaran de maneras inesperadas y creativas. El artista jugaba con los materiales, hablaba con ellos, como si fueran parte de un diálogo. Sus descubrimientos en el arte del grabado no venían de hacer experimentos planificados, sino de la sorpresa y el azar, guiados por su increíble intuición con los materiales.
La creación de arte más allá de la Pintura
Joan Miró tenía una relación especial con los artesanos que colaboraban en la estampación de sus grabados. Los hacía parte de los proyectos, valoraba sus ideas y sugerencias escuchándolos durante el proceso creativo. Esta forma de trabajar no solo la tenía con los trabajadores del taller de grabados, sino también con los ceramistas, fundidores, moldeadores y litógrafos.
Miró valoró el trabajar en equipo en los procesos creación y estampación de obra gráfica para contraponer la soledad del estudio de pintura. Aunque esta soledad lo ayudaba a ser creativo, la sensación de aislamiento podía resultar asfixiante. El artista optó por complementar el trabajo en solitario y la colaboración del trabajo en equipo en la creación de la estampación gráfica
Sus inicios en la obra gráfica fueron debido a que quiso ir más allá de la pintura y explorar nuevas formas de arte. Fue gracias a su amor por la poesía que empezó a interesarse por el grabado y la litografía. En 1930, realizó sus primeras litografías para ilustrar «El árbol de los viajeros» y en 1932, creó sus primeros aguafuertes para «Infancias» del poeta surrealista Georges Hugnet. Antes de empezar a ilustrar, Miró ya era un gran lector de poetas modernos y surrealistas, tanto españoles como franceses.
De la Rue Blomet a la ilustración de libros poéticos
En su estada en Francia, Joan Miró se unió al grupo de artistas surrealistas, su tiempo en la calle Blomet de París, cerca del estudio de André Masson, fue crucial para él. Ahí, hizo amistades cercanas con personas como Leiris, Limbour, Desnos, Tual, Artaud y Salacrou. Con ellos mantuvo conversaciones apasionadas que le ayudaron en su formación como artista.
Miró dedicó mucho tiempo y esfuerzo a ilustrar libros de poetas, más que otros artistas de su tiempo. Sus primeros trabajos de grabados fueron para Beniamin Péret, Georges Hugnet y Alice Paalen. Su primer libro ilustrado fue “L’Antitète” de Tristan Tzara en 1947.
Aguafuerte con pochoir, L’Antitete, año 1947
Hasta 1939, la mayoría de los grabados de Joan Miró se hicieron en el taller de Marcoussis. Colaboraba en el trabajo un empleado de la imprenta Lacourière para imprimir las pruebas. A finales de 1932, Miró hizo tres aguafuertes para el libro “Infancias” de Georges Hugnet. Antes de empezar a grabar, el proceso constaba en realizar el dibujo en un papel y luego transferirlo a la plancha de grabado con una aguja.
Estos grabados, parecidos a sus dibujos de esa época, muestran tres personajes hechos prácticamente de una sola trazada, pero con algunas correcciones y refuerzos. Dos de los grabados muestran mujeres que parecen moverse, una está cerca del mar y la otra juega con una media luna. El tercer grabado muestra a un hombre como si estuviera en el espacio, con alas, con apariencia de un conquistador.
La rápida evolución en las técnicas de grabación
En 1933, Joan Miró realizó un grabado llamado “Dafnis y Cloe” para la revista “Minotaure”. El editor quería una temática relacionada con la mitología griega. Miró dibujó una escena en el campo, como las que solía imaginar. En el dibujo, un pastor toca un instrumento musical cerca de una roca, un árbol y una cabra, y al fondo se ven dos mujeres desnudas y el mar. Para hacer el grabado, primero lo dibujó en papel y luego pasó el dibujo a una plancha de cobre. También hizo un boceto inicial en celuloide.
Punta seca, Dafnis y Cloe, año 1933
Miró trabajó en el taller de Marcoussis hasta que empezó la guerra. Gracias a su habilidad con las herramientas y materiales, se convirtió rápidamente en un genuino grabador. El artista recordaba esos tiempos de aprendizaje con mucho cariño y emoción. En 1938, Roger Lacourière imprimió unos veinte grabados de Miró en la memorable imprenta de Foyatier, cerca de la iglesia del Sacré-Cour, en la colina de Montmartre. Allí, Miró se encontró con su amigo Picasso, quien estaba empezando a hacer aguafuertes en colores. Picasso le sugirió a Miró que usara dos planchas y dos colores, lo que llevó a la creación de la serie «Negro y rojo«.
Aguafuerte, Negro y rojo, año 1938
Los aguafuertes y grabados a la punta seca de esa época muestran su gran habilidad y libertad creativa. Estos trabajos reflejan los descubrimientos que, a la vez, realizaba en la pintura. Las estampas que hizo en 1938 muestran sus preocupaciones y miedos por la guerra civil española, el auge del fascismo y la sensación de que se acercaba una guerra mundial. En las obras de ese momento, Miró expresó dichos dramas a través de composiciones figurativas, personajes, colores y formas, creando imágenes distorsionadas y llenas de tensión. Los paisajes parecían agitados y los animales mostraban terror y agresividad en sus formas.
De la Resistencia Artística al éxito en Nueva York
Entre 1938 y 1939, muchos intelectuales y artistas, incluyendo a Picasso, Miró, Mason, Tanguy y Kandinsky, crearon álbumes con grabados para mostrar su rechazo al fascismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Miró residió en Palma de Mallorca y Barcelona, aislado y sin poder grabar. Sin embargo, en Nueva York augmentó considerablemente su fama gracias a su marchante Pierre Matisse, quien promovió enormemente el arte Mironiano. Su fama se asentó en 1941 con una gran exposición de su obra en el Museum of Modern Art y el interés que muchos artistas jóvenes sentían por su trabajo, artistas que después se convertirían en importantes figuras del expresionismo abstracto.
Debido a la fama en Estados Unidos, Miró recibió el encargo de hacer un gran mural para un restaurante en un hotel de Cincinnati, en 1947 se quedó en Nueva York para trabajar en dicho mural. Dividía su tiempo entre su estudio alquilado y sus sesiones de grabado en el famoso Atelier 17, dirigido por Hayter. Fue allí donde conoció a Jackson Pollock, quien más tarde admitiría lo mucho que había aprendido del artista catalán.
Mediados del siglo XX, explorando la libertad en la litografía y el grabado
En 1948, mientras vivía en Barcelona, Joan Miró aprovechaba sus viajes a París para trabajar en litografías en la imprenta de Mourlot y en grabados en el taller de Lacourière. Allí colaboró estrechamente con Jacques Frélaut.
Miró dejó de lado las técnicas rigurosas y sistemáticas para entregarse a un estilo más improvisado y espontáneo. Empezó a tratar el color de manera diferente, usándolo para animar la superficie de sus obras en lugar de solo seguir los contornos del dibujo. Sus grabados se volvieron más ágiles e inventivos. Añadió herramientas improvisadas para grabar sus trabajos, como clavos viejos, destornilladores o tijeras, e incluso grababa con los dedos y las manos. Sus trazos se hicieron más flexibles y variados, y sus dibujos de personajes y signos se volvieron más claros y detallados.
La amistad de Miró con Leiris, que comenzó en la calle Blomet de París y su tiempo con los surrealistas, llevó a la creación de un libro en 1956 editado por Jean Aubier. La serie de aguafuertes que Miró realizó para este libro eran potentes y austeros, con un estilo gráfico simplificado y fondos que parecían erosionados por el tiempo, recordando las pinturas rupestres de las cavernas prehistóricas. Usaba pocos colores, con grandes discos planos en rojo, azul o amarillo, como astros en un cielo estrellado.
Maeght. Las estampas que hizo allí se creaban a un ritmo rápido, y los libros que ilustraba se multiplicaban. Para el editor Louis Broder, realizó 29 pequeños aguafuertes.
“El anillo de Aurora” es una de sus series más maravillosas. Cada grabado, de pequeño formato, era un retrato, una escena, un paisaje con figuras o un pájaro en un espacio lleno de estrellas, astros y signos. El color, aplicado con grano de resina, creaba efectos luminosos y destellos vigorosos.
En 1953, el poeta Pierre-André Benoît empezó a hacer y publicar libros muy pequeños, algunos con pocas páginas y de tirada limitada. Miró colaboró en nueve de estos libros, utilizando líneas grabadas con punta seca o herramientas improvisadas. Sus figuras y signos eran simples y directos, impresos en un solo color.
En los trabajos posteriores de Miró, el color era usado independientemente de las líneas, a veces destacaba o contradecía el dibujo. La aguatinta se usaba a menudo para crear efectos de textura o para lograr un dibujo denso y vibrante. Lo mismo ocurría con las litografías donde se podía apreciar la mezcla de tintas como fondo de las figuras y signos.
Litografía, Atmósfera Miró, año 1959
Innovación y libertad en los grandes formatos
La habilidad de Miró lo llevó a trabajar en formatos más grandes y a ser más libre en sus creaciones. En la serie “Los Gigantes” de 1960, usó planchas de más de un metro, algo muy arriesgado en ese momento. Estas planchas tenían agujeros, manchas y gotas aleatorias en su superficie, que luego se veían en blanco y un poco infladas en los grabados finales.
En esa década, Miró quería más libertad para crear. Buscaba romper las reglas y desafiar las leyes del arte, porque creía que solo lo sorprendente y profundo sobreviviría.
Aguatinta, Los Gigantes, año 1960
Cuando trabajaba usando planchas de madera, prefería la del peral o cerezo, cortados siguiendo la fibra de la madera. Para él, una plancha para estampación gráfica era cualquier material que pudiera ser tallado, cortado, grabado o marcado. Por ejemplo, en su primer libro con xilografías, usó la impresión de una lata de sardinas aplastada y una aguja de las usadas para remendar redes de pesca.
Miró también experimentó con colores fuera de su paleta habitual, usando tonos variados y papeles diferentes, recortados y pegados, que llevaban imágenes o cromos. En la disposición de sus obras, jugaba con la cantidad y distribución de las imágenes.
El conjunto de experimentaciones en la obra grabada hasta el momento le da a Miró una visión favorecedora para crear obras grabadas que dejarán huella desde la década de 1960 hacia el final de sus días y le dotan al artista de un carácter autodidáctico para la creación de los famosos grabados coloridos y de gran formato por los que muchos reconocen a Miró.
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